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Estudios Bíblicos

Respondiendo a la Autorevelación de Dios

todaymayo 2, 2023 68 2

Fondo
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 “Entonces dije: ¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos”

Isaias 6:5

En el contexto de este versículo tenemos al profeta Isaías teniendo una visión de la persona maravillosa de Dios.
Por su gracia Dios le permitió conocerle como el Rey Soberano, aquel que gobierna todo el universo desde su trono de gloria; como el Rey Alto y Sublime, aquel donde se haya todo deleite; como el Rey Santísimo, aquel que esta completamente apartado del pecado y es completamente puro y diferente de sus criaturas; y como el Rey airado, aquel que está indignado por el pecado de sus criaturas.

¿Y SABEN LO QUE OCURRE CUANDO DIOS SE INDIGNA?
Su santa ira se manifiesta así como podemos contemplarlo en el v.4, de Isaias 6. Allí podemos ver como los cimientos del templo se estremecieron, y como la casa se llenó del humo de la gloria y el poder de Dios.
Y hermanos esto es solo la manifestación celestial del encendimiento de la ira de Dios, pues todos sabemos que cuando la mecha de una gran cantidad de dinamita es encendida es solo el anuncio de que en breve una gran explosión tendrá lugar .
Y esto es lo que precisamente entendió Isaias cuando contempló el estremecimiento de los cimientos del templo y el humo que llenó la casa.
Entendió que en breves momentos sería la copa donde se derramaría todo el ardor de la ira de Dios debido a sus pecados.

¿Y CÓMO SABEMOS ESO?
Por lo que el hizo despúes de contemplar todo esto.
¿Qué hizo? Dos cosas:
En primer lugar, clamó por él mismo entendiendo que el juicio de Dios se manifestaría para quitarle la vida.
¿Por qué?
Porque esto es lo que él clama, él dice: “¡Ay de mi! porque perdido estoy” la version Reina Valera dice: “¡Ay de mi! que soy muerto”
Seguramente Isaias expresó esto porque siendo un conocedor de las historias pasadas de su pueblo recordó las palabras que Dios dijo a Moisés en Éxodo 19.21:
“…Desciende, advierte al pueblo, no sea que traspasen los límites para ver al Señor y perezcan muchos de ellos.”
O como más tarde, en Éxodo 33.20, Dios le dijo a Moisés cuando pidió verle:
“…No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir.”

¿Y QUÉ ERA LO QUE ISAÍAS ACABA DE VER?
El acaba de ver a Dios, cosa que ni los serafines se atrevían hacer, y que en la tierra se había castigado con la muerte. Y constancia de esto fueron los 50,070 filisteos de Bet-semes que el Señor hirió de muerte debido a que miraron dentro del arca de Dios.
Ahora bien, algo que queremos hacer notar es que Isaías no clamó por él hasta que realmente Dios se le auto reveló y pudo conocer quien era en realidad el Dios de Israel.
Hasta ese momento no se había registrado que Isaías clamara por él mismo, en cambio si se registra que había proferido ayees casi por todo el mundo, y esto podemos verlo en el capitulo 5, versículos 8, 11, 18, y 20-22. Pero ahora que ve a Dios en su trono de gloria gobernando desde el cielo en la hermosura de su santidad, ahora que ve la manifestación de su ira por el pecado en su presencia parece que ya no hay lugar para pensar en otros, es tiempo para pensar en sí mismo y en su verdadera condición espiritual y física.
Y aquí llegamos al segundo reconocimiento de Isaías.
Pues la segunda cosa que Isaías hace es reconocer ser un hombre pecador de labios inmundos habitando en medio de un pueblo de labios inmundos.

¿QUÉ FUE LO SEGUNDO QUE ISAÍAS RECONOCIÓ?
Que estaba perdido, muerto, separado de la santidad de Dios, que era un hombre de labios inmundos que habitaba en medio de un pueblo de labios inmundos.
R. C. Sproul, comentando estas palabras dijo: “…para este momento Isaías debía ser una de las personas más integras y moralmente justas en comparación con los habitantes del pueblo de Israel, sin embargo, después de haber visto a seres angelicales superiores a él en poder y fuerza sentirse indignos de mirar y tocar el mismo lugar que ocupaba el Señor, solo le quedó clamar por el mismo y reconocer su inmundicia.

¿Y nosotros hermanos y amigos clamamos por nosotros mismos ante Dios?
¿Reconocemos tanto nuestro estado de inmundicia espiritual como el de nuestra nación?
¡Oh que reflexionar sobre la santidad de Dios nos lleve al mismo lugar que llevó a Isaías, a reconocer la impureza de nuestros labios, y la bajeza de vivir en medio de una generación maligna y perversa!
Isaías estaba viviendo dentro de uno de los reinados más gloriosos de Jerusalén, podía considerarse un ciudadano modelo viviendo en medio de una de las ciudades más extraordinarias de la tierra, sin embargo, al contemplar la santidad y la belleza inmensurable del Dios eterno solo puede reconocer su inmundicia y la inmundicia de su pueblo.
Mis queridos hermanos, ¿Quién nos creemos que somos nosotros?
¿Será que hemos llegado a pensar que nos hemos convertido en personas excepcionales por los títulos que hemos adquirido, la fama que hemos acumulado, o el estatus que nos ha dado el ministerio en este mundo?

¿Con quien nos hemos estado comparando como para llegar a esa conclusión?
Si nos comparamos con los demás será muy posible que nos consideremos santos y especiales, sin embargo, delante del cual debemos evaluarnos es delante del Dios que es tres veces santo, ante él todos tenemos que reconocer que nuestra boca es inmunda porque expresa solo las inmundicias de un corazón engañoso, perverso e ignorante, por lo cual, es absurdo vanagloriarnos por nuestra reputación o por vivir en ciudades cosmopolitas con ciudadanos aparentemente excepcionales cuando la verdad es que nuestra generación en cualquier ciudad del mundo está podrida.

¡Oh que Dios nos diera solo un poco de la conciencia que le dio a Isaías en esta visión! que nos lleve a reconocer nuestra inmundicia tal como Isaías lo reconoció aquí y como mas tarde lo hizo en el capitulo 64, versículo 6, que dice:
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”.
¡Oh que Dios nos permita reconocer que vivimos delante de un Dios Soberano, Sublime, Santísimo y airado por el pecado!

¡Oh que podamos reconocer que vivimos delante del Rey, JEHOVA DE LOS EJÉRCITOS CELESTIALES, aquel que es adorado día y noche por criaturas angelicales formidables que estan bajo sus ordenes y solo desean adorarle y ejecutar sus ordenes.
!Oh que nosotros pudiéramos desear lo mismo!
En esta ocacion hemos dejado a Isaias completamente aterrado y en la expectativa de su completa destrucción, sin embargo, en la próxima meditación vamos a ver lo que Dios hará con él.
¿Lo destruirá?

No te pierdas la próxima meditación.
¡Bendiciones miles!

Escrito por Juan Francisco Tejeda

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