Derribando la torre de la Vanagloria

“Luego dijeron: «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso, para que no seamos dispersados sobre la superficie de toda la tierra».”

Génesis 11:4

¿Te imaginas cómo sería el mundo si todos pudiésemos comunicarnos en un mismo idioma? No estoy seguro de cuantas cosas serían distintas, pero por lo menos habrían muchas cosas en las que estaríamos de acuerdo y aun cuando hubieran diferencias, por lo menos habría un mejor camino para resolverlas.

Pues bien, hubo un tiempo en que esto fue así y los hombres hablaban un mismo idioma, pero en lugar de ser algo provechoso la verdad es que fue una tragedia. Toda la humanidad por fin estaba de acuerdo y su resolución fue rebelarse contra Dios.

Esta idea no era nueva. Era la misma mentira que Eva había creído en el huerto ¡seréis como Dios!  Ahora estos quisieron construir una torre, hacerse un nombre, ser dioses para ellos mismos. Desafiaron al Dios que los había creado.

Esta mentira sigue susurrando en los oídos de la humanidad aun hoy. Es el silbido de la sirviente del Edén ¡puedes ser tu propio dios! No necesitas a un Dios superior a ti, tú puedes lograrlo.

Esta torre sigue en construcción; toda vez que solo piensas en ti, en tus metas, en tus sueños; la idea de que no necesitas de nada ni de nadie y que primero importas tú, segundo tú y tercero tú. Eso es Babel. La torre de tu propia deidad.

Pero déjame decirte que ese mismo Dios que hizo pedazos la torre sigue estando en su trono, sigue reinando y es el mismo que puede hacer pedazos la torre de tu propia vanagloria y cuando eso suceda, entonces podrás correr a él en arrepentimiento y fe o sentarte a intentar construir una torre nueva que seguro nunca llegarás a terminar porque el cansancio y la muerte te alcanzarán. ¿Vas a esperar tanto? ¿Por qué no vienes al Señor hoy?