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Si soy nueva creación, ¿por qué sigo pecando?

todayabril 25, 2023 98 1

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En su carta a la iglesia en Corinto, Pablo declara, «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Cor. 5:17). Si esto es cierto, que en Cristo somos una «nueva creación», ¿por qué sigo luchando con el pecado? ¿No debería estar libre de las tentaciones que solían gobernar mi vida? Cada creyente, nuevo o maduro, joven o viejo enfrenta el desafío del pecado persistente en su vida. En este ensayo, analizaré este tema, así como la relación entre nuestro estado de ser justificados en Cristo con nuestra santificación en Cristo.

Para empezar, es importante entender qué es la justificación y qué es la santificación, así como las diferencias entre ellas  y cómo se relacionan. Calvino dijo: «La doctrina de la justificación es…el fundamento principal sobre el que debe apoyarse la religión, por lo que requiere de mayor cuidado y atención.» Porque si no comprendes, en primer lugar, cuál es tu posición ante Dios y cuál es el juicio que él emite sobre ti, no tienes ningún fundamento sobre el que pueda descansar tu salvación o ser la fuente de tu devoción a Dios. [1]. La justificación, según Calvino, es el fundamento de nuestra salvación y la fuente de nuestra devoción a Dios. Por lo tanto, sin una comprensión adecuada de la justificación, no tenemos seguridad de una relación correcta con Dios y carecemos de los medios para vivir de una manera que le agrade a Dios.

Cuando hablamos de justificación, consideramos dos acciones – nuestro pecado se acredita a Cristo y Su justicia se nos acredita a nosotros. Uno de los versículos que ilustran más claramente este gran intercambio es 2 Cor. 5:21 «Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.» Nuestro pecado se puede imputar a Cristo sólo por Su sacrificio expiatorio por el pecado en la cruz, y Su justicia se nos puede acreditar, porque vivió una vida perfecta de obediencia a Su Padre. [2] Nuestra recepción de Cristo y todos Sus beneficios suceden sólo a través de la fe y el Espíritu Santo que nos otorga esta fe. [3] La fe por sí misma no es nada; es sólo el medio por el cual Cristo se une a nosotros: «Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios» (Efe. 2:8)

Otro aspecto importante de la justificación es que es una declaración legal de la justicia dada al pecador basada en la obra mediadora de Cristo. [4] No es que el pecador se haya transformado inmediatamente en una persona justa, sino que simplemente las «demandas de la ley se han cumplido plenamente» en Cristo y, por lo tanto, se acreditan al pecador como resultado de Su unión con Cristo a través de la fe. (Rom. 5:19; Gálatas 2:16). [5] Este lenguaje no es del todo extraño cuando consideramos el discurso de Pablo sobre la representación federal de Adán que «imputa culpa y condena así como también imparte corrupción inherente [a la humanidad], mientras que la representación federal de Cristo imputa justicia e imparte Su nueva vida inherente” (Romanos 5).[6]

Un último punto con respecto a la justificación es que no se basa en la fe en Cristo más otra cosa. Esto está en contraste absoluto con la posición católica romana, que sostiene que la fe más las buenas obras son el instrumento de justificación. [7] Nuevamente, Pablo aclara este punto en su carta a la iglesia en Roma: «Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.» (Romanos 11:6)

Al considerar el tema de la santificación en la vida del creyente, es importante entender que aunque la santificación y la justificación son dos realidades separadas, «la justificación es el fundamento judicial de la unión con Cristo que también produce renovación y santificación.»[8] En otras palabras, una persona no crecerá en santidad si no se une primero a Cristo por medio de la fe. «La fe es la motivación esencial para una obediencia genuina y agradable a Dios.»[9] El autor de Hebreos describe esta conexión: «Y sin fe es imposible agradar a Dios» (11:6  comp. Rom. 1:516:26)

En la Biblia, la santificación comunica la idea de Dios apartando «personas, lugares y cosas de su asociación ordinaria para Su propio uso». [10] Es la acción de Dios reclamando y apartando a las personas del mundo para Su propio propósito especial. [11] La santificación no es una cuestión de que el cristiano continúe el proceso que Dios comenzó en la justificación, sino que «es la obra de la Santísima Trinidad en la cual el pecador reconciliado es renovado para la vida activa de comunión santa con Dios.» [12] En la santificación, la obra del evangelio que Dios comienza en la justificación continúa desarrollándose en la vida del creyente. Michael Horton lo dice bien: «Mientras la mayoría de las personas piensan que el objetivo de la religión es lograr que las personas se conviertan en algo que no son, las Escrituras llaman a los creyentes a ser cada vez más lo que ya son en Cristo.»[13] En la santificación, por la gracia de Dios, estamos en el proceso de convertirnos en lo que somos.

Sin embargo, como seguidores de Cristo tenemos la responsabilidad vital de «morir diariamente al pecado y resucitar de nuevo en fe y arrepentimiento.» [14] Como pecadores redimidos, no estamos simplemente llamados a rendirnos y dejar todo a Dios…y abolir toda la conciencia del yo.»[15] Aunque Dios es nuestra fuente de santidad, Él trabaja a través de medios, tales como escuchar la Palabra, los devocionales personales, la oración, la comunión cristiana y los sacramentos, para conformarnos a la imagen de Cristo. En su segunda epístola, Pedro alienta a sus hermanos en Cristo: «Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento;  al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.» (2 Pedro 1:5-8). Lejos de ser un desapego voluntario de la realidad, nuestro crecimiento en la santificación involucra nuestra voluntad mientras buscamos intencionalmente a Dios, pero al mismo tiempo sabiendo que Él es la Vid y que separados de Él no podemos hacer nada (Juan 15:4-5).

Aun así, queda la pregunta: ¿por qué seguimos luchando tan desesperadamente con el pecado? Horton describe esto como una paradoja – por un lado estamos liberados del pecado en Cristo y somos una nueva creación, pero, por el otro lado, vivimos en este mundo malvado y «continuamos fingiendo que no somos aquello que Dios nos ha llamado a ser en Cristo.»[16] Somos simultáneamente justos y pecadores.[17] Pablo describe este conflicto como el pecado que mora en el interior – una rebelión que permanece aun cuando estamos justificados en Cristo, «Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.» (Romanos 7:18-20). Un comentarista describe el conflicto de Pablo de esta manera:«La experiencia que vivió Pablo lo convenció de que «la ley es buena» (v.16). Pero también concluyó: sé que nada bueno mora en mí. Luego se apresuró a explicar que con la frase «en mí» se refería a mi naturaleza pecaminosa (sarki, «carne»; comp. vv. 5, 25). Esto no es literalmente carne física o material, sino el principio del pecado que se manifiesta a través de nuestra mente y de nuestro cuerpo.»[18]

Michael Allen explica el conflicto que experimentamos como pecadores redimidos utilizando una metáfora de adopción que describe nuestra relación con Dios en este mundo caído. [19] En la justificación, como en la adopción, recibimos una declaración de adopción en la familia. Sin embargo, el proceso de crecimiento y conformidad a nuestras nuevas identidades es un proceso continuo. Porque nuestra adopción (justificación) es segura, estamos capacitados para crecer (ser santificados) en Cristo. Nuestra seguridad en la adopción proporciona la base y la motivación para nuestra conformidad con la familia.

Traducido por: Karla Martinez

[1] John Calvin and Henry Beveridge, Institutes of the Christian Religion, vol. 2 (Edinburgh: The Calvin Translation Society, 1845), 302.

[2] Michael Horton, The Christian Faith: A Systematic Theology for Pilgrims on the Way (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2011), 621.

[3] Ibid., 624.

[4] Ibid., 631, 632.

[5] Ibid., 631.

[6] Ibid., 632.

[7] Ibid., 626.

[8] Ibid., 649.

[9] Michael Allen, “Evangelical Holiness: Sanctification by (but not of) Faith Alone,” 1.

[10] Horton, The Christian Faith, 650.

[11] Ibid., 650-51.

[12] John Webster, Holiness, 78.

[13] Horton, The Christian Faith, 652.

[14] Ibid., 654.

[15] Ibid., 674.

[16] Ibid., 655.

[17] Ibid., 658.

[18] John A. Witmer, “Romans,” in The Bible Knowledge Commentary: An Exposition of the Scriptures, ed. J. F. Walvoord and R. B. Zuck, vol. 2 (Wheaton, IL: Victor Books, 1985), 468.

[19] Michael Allen, “Salvation and Eschatology,” Systematic Theology 604, Module 18 (Knox Theological Seminary: 2013).

 

Articulo original: Si soy nueva creación, ¿por qué sigo pecando? usado con permiso por The Bridge Ministry Laredo.

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Escrito por Steve Denhartog

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