Avanzando hacia la meta

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.

Filipenses 3:13

Nada puede llegar a ser más peligroso para un atleta que creer que ya es ganador cuando aún no ha llegado a la meta. He tenido la oportunidad de ver competiciones donde algunos hombres celebran antes de alcanzar la llegada y son relevados por los que corrían detrás.

Uno de los problemas que Pablo enfrentó con mayor frecuencia, fue el del judaísmo infiltrado en la naciente fe cristiana. En el caso de la iglesia de Filipo, algunos habían entrado a perturbar a los hermanos y el Apóstol los llama «Perros, malos obreros, mutiladores del cuerpo» (v2). Estos pretendían enseñar que, para alcanzar la perfección de la santidad cristiana, los creyentes debían guardar, además de la fe, las ordenanzas de la ley ritual; así que Pablo pretende dejar en claro que en este mundo nadie puede alcanzar dicha perfección, sin embargo, los cristianos deben esforzarse por llegar a ella, la cual llegará como el premio al pasar la meta, en la Glorificación, cuando seamos levantados por Cristo.

De la misma manera que un atleta no corre mirando hacia atrás, el cristiano tampoco vive de las frustraciones de su pasado. Su punto de partida y de llegada es Cristo. El cristiano también debe siempre mirar hacia adelante, donde está el Señor.

Nosotros hemos sido asidos (alcanzados, tomados) por Cristo para ser conforme a su imagen; como dice Rom 8:28: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» y ahora nosotros debemos esforzarnos por ser eso para lo cual hemos sido asidos; ser hechos conforme a la imagen de Cristo.

No nos cansemos de crecer y perseverar en vivir para Gloria de Dios; nada puede ser más peligroso que creer que ya hemos alcanzado la perfección, así que, teniendo este sentir, avancemos a Cristo, santificándonos todavía (Ap 22:11).