*Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia, de la cual fui hecho ministro conforme a la administración de Dios que me fue dada para beneficio vuestro, a fin de llevar a cabo la predicación de la palabra de Dios, es decir, el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.*
Colosenses 1:24-29 LBLA
Es tan glorioso el Evangelio, es tan precioso Cristo, que Pablo se goza de ser considerado digno de sufrir si es para que este sea predicado.
Este mensaje que el apóstol predica es el del Pacto que Dios había prometido desde la caída en Edén, el mensaje del cual el profeta dijo que “ni ojo vió, ni oído oyó, ni subió en corazón de hombre”. Este es el misterio que nos es revelado, por la gracia de Dios, en Cristo.
Qué privilegiados somos de recibirlo, creerlo y ver nuestras vidas transformados. Qué también sea nuestro anhelo el de Pablo: proclamar la gloria de la Cruz de Cristo y llamar a todos los hombres al arrepentimiento, para que sean reconciliados con Dios.
El Señor nos bendiga!